viernes, 30 de marzo de 2012

El lado oscuro del cielo. Capítulo 9



Capítulo 9
Francesco Di’Angelo

La noche se cernía sobre la ciudad. Había mucha niebla y no había luna en el cielo. No había nadie en las calles a tales horas de la noche. Hacía frío y yo intentaba darme calor con mis propios brazos. Estaba inquieta y tenía miedo. Estaba huyendo de algo de alguien.

De repente escuché un crujido y comencé a correr internándome en una oscura calle. Corrí como si la vida me fuera en ello. Debía escapar de lo que me perseguía aunque no tenía ni idea de qué o quién era. Para mi mala suerte, la calle no tenía ninguna salida. Estaba llena de grafitis y no había nada que pudiera ayudarla a dar marcha atrás. Estaba atrapada como un ratón en una ratonera. Entonces apareció. Una sombra se cernía justo delate de mí y el reflejo de sus ojos fue lo único que relucía en la oscuridad de aquella noche. La figura comenzó a acercarse lentamente y atisbó a ver una sonrisa en su cara. Comencé a hiperventilar asustada. No había salida. No había nada que pudiera salvarme.




Para el colmo comenzó a escucharlos. Aquellos susurros que tanto temía volvían a aparecer en mi cabeza. La figura estaba cada vez más cerca y los susurros indescifrables se hacían más fuertes y el dolor de cabeza correspondiente ya era inaguantable. Pero la oscuridad se hizo presa de mí y lo último que pude atisbar fue la silueta de dos grandes alas. 




Me desperté agitada. Todo había sido una pesadilla pero había parecido tan real. Pero lo que más me consternaba era aquella misteriosa figura y sobre todo aquellas dos grandes alas. Era como si hubiese visto a un ángel pero aquel ángel no era bueno. En realidad temía a aquella figura. ¿Cómo podía tratarse de un ángel? Se suponen que los ángeles son buenos, ¿no?

Miré el reloj que tenía al lado de mi mesita de noche. Eran las cinco de la mañana por lo que me tumbé en mi cama para intentar dormirme de nuevo pero no lo conseguía así que cogí una hoja en blanco y me puse a escribir. Me gustaba mucho escribir historias y de vez en cuando me entraba la inspiración como en aquel momento.

Empecé a escribir una historia que hablaba de una chica que se enamoraba de su primo pero no sabía cómo decírselo. Estaba tan concentrada escribiendo que no me daba cuenta ni de lo que escribía. De repente volví en mí y miré la hoja para ver que había escrito pero en realidad no había escrito nada sino que había hecho un dibujo.

Era un dibujo precioso, cosa que me sorprendió ya que no sabía dibujar. En él aparecía la misma escena de mi sueño. Incluso estaba dibujada yo, con cara asustada. El mismo callejón, la misma figura alada pero ahora que me fijaba en las paredes de la calle…había extraños símbolos grabados en ellos. Muchos de ellos no los entendía pero reconocí uno de ellos. Era una estrella de cinco puntas, también conocida como pentagrama. Esa marca la había visto en algún otro sitio pero ahora no me acordaba de dónde pero lo iba a averiguar.

Lo que más me sorprendía es que yo hubiera dibujado ese hermoso dibujo a bolígrafo cuando en artística siempre me ponían un 5 por el esfuerzo. Era como si algo me hubiese poseído durante los últimos 10 minutos y yo no me hubiese dado ni cuenta.  Primero los dolores de cabeza y ahora esto. Parece ser que me estaba volviendo una niña del exorcista en toda regla.

Ya no sabía qué hacer así que me tomé mi tiempo para arreglarme ese día y decidí desayunar antes que mis padres. Me tomé un vaso de leche y un cuenco de cereales de chocolate. Cogí una rebeca y decidí dar una vuelta por los alrededores antes de volver a casa y coger su pesada mochila.

Esa mañana hacía bastante frío por lo que no había casi nadie en la calle. Solo ella y un anciano que paseaba a su gran perro. Era increíble cómo podían levantarse tan temprano algunas personas.

Decidí ponerme mis cascos mientras daba mi paseo matutino y comenzar a caminar hacia el parque que estaba a unas cuatro manzanas de su casa. Seguramente allí habría más gente y no me sentiría tan sola aquella mañana.

Iba tan ensimismada en mi música que no me di cuenta cuando me choqué con alguien hasta que sentí un leve dolor en mi trasero. Entonces me quité mis cascos y escuché una carcajada. Miré hacia arriba y me topé con un rostro conocido. Era Francesco, el primo de Daniel.

-Lo siento mucho-dijo entre risas ofreciéndome su mano-Pero debes tener tú también más cuidado. No se deben de poner los cascos muy fuertes. Es malo para tus pequeños oídos.

-Qué tú seas algunos años mayor que yo no te da derecho a que me hables como si tuviera 5 años-le dije molesta. Odiaba cuando la gente me trataba como si fuera una niña.

-Sí pero es que eres muy adorable-me dijo con ese tono suyo-¿Qué haces caminando por aquí tan pronto?-preguntó mientras me ayudaba a levantarme.

-Gracias-le agradecí de mala gana-Y en cuanto a lo que estoy haciendo aquí. Me he despertado a las 5 de la mañana y no he podido volver a dormirme y he decido dar una vuelta.

-Pues me alegro que te hayas despertado pronto porque así podré disfrutar un poco de tu compañía-me dijo con una gran sonrisa-¿Te apetece un café?

-No tengo dinero encima y además ya he desayunado-le dije intentando marcharme.

-No te preocupes yo invito-me dijo decidido y agarrándome del braza y arrastrándome con él.

Al final tuve que aceptar. Tampoco me venía mal un café ya que comenzaba a tener sueño y ya eran las 7 y cuarto con lo cual no me iba a dar tiempo a echar una cabezadita en mi casa.

Pasamos primero por mi casa para coger mi mochila por sí se nos hacía tarde. Además también cogí un poco de dinero para pagar lo que tomara. Me sabía mal que me invitara. Luego nos fuimos a una cafetería cercana a mi instituto. 

Era una cafetería bastante humilde pero allí los café y las pastas les daban mil vueltas a un Starbucks.

Nos sentamos los dos en una mesa junto a la ventana y esperamos a que la camarera nos atendiera. Un minuto después se acercó una linda muchacha con un bloc de notas y un bolígrafo y detuvo su mirada en Francesco.

-Vaya vaya. A ti nunca te he visto por aquí-dijo con tono sugerente-Me llamo Caty y soy la hija de la dueña del local. Aquí todo el mundo nos conocemos.

-Encantado de conocerte. Yo soy Francesco-dijo con tono indiferente-Vengo de la Toscana italiana.

-¿Italiano?-dijo ella sorprendida-Espero que te guste el café porque aquí no tenemos vino. Pero te puedo decir que tenemos el mejor café de por aquí.

-Eso espero-dijo él-Yo quiero un capuchino con una pizca de chocolate. Y con mucha azúcar si puede ser. Y una magdalena de esas de color rosa que tenéis en el mostrador.

-Vaya que casualidad-dijo sorprendida Caty-Ha pedido justo el mismo café que tu pides siempre Mara.

-Yo quiero lo mismo de siempre-dijo evitando el tema.

Y la camarera se fue bambaneando sus caderas hasta perderse en la cocina. No sabía por qué pero estaba empezando a molestarme la actitud de Caty.

-¿Qué pasa? ¿Estás celosa Mara?-me dijo muy cerca de mi oído. ¿Cuándo se había acercado tanto a mí?

-¿Yo celosa?-le dije lo mas indiferentemente posible-Sigue soñando Francesco.

-Yo que creía que quién te gustaba era mi primito-dijo en un tono tan seductor que hizo que mi corazón comenzara a latir a cien por hora-Pero parece ser que yo también tengo algunas posibilidades. Entonces comenzó a acercarse cada vez más a mí pero un irritante carraspeo hizo que Francesco se acomodara otra vez en la silla.

-Aquí tenéis lo que habéis pedido-dijo dejando nuestros cafés y pasteles sobre la mesa-Si queréis algo solo dadme un toque.






Entonces se volvió a marchar a la cocina. Se notaba que estaba molesta porque Francesco me hacía más caso a mí que a ella. Y eso me gustaba, y mucho.

-Parece ser que tienes buen gusto-le dije mientras le daba un mordisco a mi magdalena color rosa.

-Igualmente-me dijo mirándome a los ojos-¿Sabes la suerte que tiene mi primo de poder observarte en las clases? Me ha dicho que encima esta justo detrás de ti.

Imaginaros la cosa más roja que hayáis visto en vuestras vidas. Así estaba mi rostro después de que Francesco dijera estas últimas palabras.

-No digas tantas tonterías-le dijo intentando que no me temblara la voz-Seguro que en la universidad hay otras chicas mucho mejores que yo.

-Te conocí ayer, ¿sabes?-me dijo mirándome con admiración-Y ya sé, por mi hermano, que eres lista e inteligente y también he descubierto que eres curiosa, soñadora y que encima tienes el mismo gusto que yo para la comida. A eso debemos añadirle que de fea tienes poco.-dijo totalmente seguro y sin vacilar-Aunque, hay que reconocer que eres una enanita liliputiense.




Cada vez que iba diciendo algo de mí mi pecho no cabía en su gozo. Nunca me habían dicho tantas cosas buenas sobre mí y con ese tono de admiración en la voz. Aunque debía reconocer que con lo de “enanita liliputiense” había perdido bastantes puntos.

-¿Enanita liliputiense?-le dije un poco enfada.

-No lo puedes negar. Casi no llegas al 1’60-me dijo riendo. Ahora que me daba cuenta tenía una sonrisa muy parecida a la de su primo, solo que esta era una sonrisa traviesa y de chico malo. Y eso me gustaba.

De repente sonó la alarma de mi móvil. Ya eran las 8 y veinte y pronto tocaría el timbre con el que darían comienzo las clases así que, tras una pequeña pelea de dinero, Francesco consiguió pagar la cuenta y me acompañó al instituto.

Cuando estábamos llegando al instituto noté que me cogía del brazo y me atraía hacia él.

-Me lo he pasado muy bien contigo esta mañana-me agradeció sinceramente-Y antes de que te vaya me gustaría expresarte lo agradecido que he estado.

Al principio estaba confundida por sus palabras pero entonces me di cuenta de que cada vez se acercaba más a mí. Y sus labios se posaron sobre los míos.

Al principio no sabía qué hacer pero mi propio instinto respondió por mí y mis labios comenzaron a moverse acompasadamente con los de él.




Era un beso intenso pero mucho más dulce de lo que había imaginado tratándose de Francesco. Estuvimos besándonos hasta que mis pulmones no pudieron aguantar más y él lo notó y me apartó un poco.

-Wow-fue lo único que salió de mi boca. Había sido el mejor beso que había dado en toda mi maravillosa y querida vida. ¿Cómo podía haber acabado besándose con el primo de Daniel?

-Besas muy bien, enana-me dijo exagerando más su acento italiano-Dame tu móvil.

-¿Qué?-le pregunté extrañada. ¿Para qué quería mi móvil? ¿Es que no tenía su super iPhone disponible?

-Tu déjamelo-me dijo dedicándome una cara de esas que hace que sea imposible negarle nada. Así que le dejé mi móvil.

Segundos más tarde comenzó a sonar el pegadizo estribillo de “The Catalyst” de Linkin Park. Entonces sacó su móvil, un iPhone 4s con una funda con la bandera italiana, y descolgó la llamada. No me lo podía creer. ¡Tenía el mismo politono que yo!

-Bueno he llamado con tu móvil al mío para que se quede grabado tu número y he añadido el mío a tu agenda-me dijo como si no hubiese hecho nada del otro mundo-Espero una llamada en la hora de tu recreo, sino me pondré triste-me explicó mientras hacía un pequeño puchero-Me voy-y dicho esto se acercó a mí y me dio un pequeño beso en los labios-Ciao enana.

Entonces se fue y giró en la esquina, no antes si dirigirme una última mirada arrebatadora.

No me lo podía creer. Francesco Di’Angelo, un estudiante universitario, guapísimo y, por último pero menos importante, de la Toscana italiana acababa de besarla, darle su teléfono y exigiéndole que lo llamara en el recreo. ¿Sería un sueño?

Pero aquel sueño acababa de  convertirse en pesadilla cuando vio a su mejor amiga, Ángela, a solo dos metros de dónde ellos se habían besado y por su sonrisa malévola pudo deducir que lo había visto todo.

Hoy no iba a librarse de ella y sus numerosas y vergonzosas preguntas en todo el día.
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Bueno, espero que os haya gustado el capítulo de hoy. ¿Os esperabais esto?
XD

Este capítulo es un poco de relleno y para poner un poquito celoso a nuestro prota masculino, Daniel. Ya veréis a que me refiero en el próximo capítulo.

Dejad coments please :3







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